El psicópata de la Moncloa no es una anormalidad en la historia de la mano y el capullo. Es, simplemente, el último eslabón -de momento- de una larga cadena que arranca de su fundador, quizá honesto en lo personal pero despreciable en sus manifestaciones políticas.
Y el eslabón precedente es el
zircunflejo, alguien a quien creímos felizmente desaparecido de la vida
política pero que, como la mala moneda, siempre vuelve; como la mierda, sale a
flote. No sólo como consejero o aconsejador de este desgobierno socialcomunista
que tenemos la desgracia de padecer -¡cómo si necesitaran consejo para hacer el
mal!-, sino como portador de malas nuevas (va a ser que, además de por error o
descuido, un socialista sólo coincide con la verdad cuando se trata de algo
malvado o perjudicial… para los demás). En efecto, confirmó que Sin Vocales
prepara más cesiones de competencias a los jotaporcatos.
Lo que haga falta, con tal de seguir detentando el poder.
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