Muchas veces, un silencio resulta más estentóreo que la más recia de las proclamas.
Es el caso de Pili Sonrisas, que era
delegada del Gobierno en la Comunidad Autónoma de Aragón en las fechas en que
quien fuera ministro de Fomento apareciera por el parador nacional de Teruel para
celebrar una fiesta con mujeres de moral nada dudosa (por inexistente), una
fiesta en la que presuntamente se produjeron destrozos.
De hecho, ella también se alojó allí aquella
noche, aunque costó Dios y ayuda -y muchas preguntas de la prensa- que lo admitiera, a regañadientes y con la boca pequeña, proclamando siempre su
inocencia, su ignorancia y hasta su inepcia (bueno, esto último no, pero
necesitaba una tercera palabra con i).
Si no hizo nada, si es inocente y pura, si no cayó en nada reprensible ¿por qué calló tanto tiempo?
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