Vamos a decirlo claramente: la religión predicada por Mahoma es enemiga de la cultura occidental, de sus valores y de sus instituciones. Básicamente porque, como el marxismo (ese aliado de conveniencia, esa quinta columna infiltrada entre nosotros) permanece anclada en la época en la que nació -siglo y medio para el judío, milenio y medio para el árabe- y no se ha molestado en evolucionar en lo más mínimo.
Como digo, hay entre nosotros
que, apelando a la tolerancia, al respeto, al son sus creencias,
propugnan el doblar la cerviz ante los del turbante. Otros, en cambio, muestran
más criterio, y cuando miembros de la comunidad musulmana solicitaron la
retirada de la carne de cerdo de los menús escolares del municipio de Lalín, el alcalde se negó al considerar que no se puede modificar la cultura gastronómica
local por una petición minoritaria que pretendía, además, imponer su cultura a la mayoría.
Y si no, que nos dejen comer torreznos al Sur de Gibraltar o al Este de Constantinopla.
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