Cuando a una persona le hacen una pregunta, tiene varias opciones, aunque básicamente se reducen a tres: la primera, contestar; la segunda, callarse; la tercera, dar una larga cambiada, esto es, salir por peteneras o, como hace el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer en eso que pomposamente se llaman sesiones de control y que más apropiadamente cabría denominar paripés.
Si estamos hablando de una
investigación que podría tener derivadas penales, sólo caben dos opciones: o
admitirlo, o negarlo. Porque si te callas, equivale a admitir lo que se le
pregunta. Así, cuando el director de Tragsatec se negó a esclarecer si le
pidieron dejar en paz a Jésica (qué tiempos aquellos en los que los
nombres de las personas eran todos del santoral), la sobrina del
ministro Ábalos, en la práctica estaba reconociendo dos cosas: la primera, que
se lo pidieron; la segunda, que accedió.
Más claro, agua.
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