Sé que me repito más que el ajo, pero diré, en mi descargo, que no dejan de darme motivos para ello. Vamos otra vez.
A finales del siglo XVIII y
comienzos del XIX surgió una línea de pensamiento (Saint-Simon, Fourier, Owen)
que se dio en llamar socialismo utópico. Algunas décadas después, el jeta
vocacional engendraría lo que, por contraposición, se denominaría como
socialismo científico.
Sin embargo, nada más alejado de la verdadera ciencia
que el marxismo. La ciencia se basa, entre otras cosas, en el método de prueba
y error, a fin de llegar a una conclusión que refleje la realidad. Los marxistas,
en cambio, no paran de hacer pruebas… y de cometer errores, pues se mantienen
tozudamente en sus postulados, sin permitir que la realidad los altere. Es decir,
que la doctrina marxista podría resumirse en algo como cuando la realidad y
mis postulados chocan, es la realidad la que está equivocada.
En esto, la tucán de Fene es una marxista de manual:
sin tener ni refitolera idea de nada -por no saber, no sabe ni hablar como Dios
manda-, pontifica, decide y dispone. Como cuando, hace mes y medio, pidió prohibir
a los enanos que trabajen en espectáculos, buscando su reciclaje laboral.
Cuidado, porque es capaz de empeñarse en que jueguen como pívots de baloncesto.
Y si les dicen que no, plantear una cuestión por discriminación.
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