José
Borrell será mal bicho, despiadado, políticamente estúpido –en el sentido de
cómo manejó su posición, hace un par de décadas, de candidato del PSOE a la
presidencia del Gobierno de España- o soberbio, pero no se le puede negar una
inteligencia muy por encima de la media de la clase política española (para lo
cual tampoco hay que correr demasiado, la verdad).
No
sé desde hace cuánto tiempo, pero su pareja es Cristina Narbona, la promotora
de desaladoras ineficaces e ineficientes, devenida presidente del partido de la
mano y el capullo (lo cual demuestra que la caída de esa figura se antoja
imparable, teniendo en cuenta la línea descendente que ofrecen los
precedentes). Recientemente ha sonado su nombre como posible candidata a la
alcaldía de Madrid, algo que ella se ha apresurado a negar diciendo que tal cosa no va a suceder.
En
el momento actual, es lo más prudente (para ella): externamente, porque los
socialistas sólo pueden aspirar, con suerte, a ser tercera fuerza política en
el consistorio de la Villa y Corte (aunque el desastre neocom hace que aventurar resultados a dieciocho meses vista sea
arriesgado); internamente, porque la federación socialista madrileña ha sido
tradicionalmente, siendo misericordiosos, una jaula de grillos.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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