Los
golpistas catalanes se blasonan de demócratas, mientras acusan a España de autoritarismo y represión. Sin
embargo, cuanto más se va sabiendo de los planes que tenían para la eventual
república independiente catalana, e incluso cuando se ve cómo han reaccionado
tras el fracaso, de momento, de su intentona secesionista, va quedando al
descubierto que los peores de los totalitarios –emparentando así con los dos
totalitarismos más nefastos que ha dado el siglo XX, el nacionalsocialista y el
comunista, aunque el segundo tenga, aún hoy, mucha mejor prensa que el primero-
son, precisamente, los que alardean de todo lo contrario.
En
cuanto a lo primero, los planes de los ierreceos
para su república incluían el control total de los medios de comunicación y el empleo de la lengua como herramienta de construcción de un imaginario colectivo que ayudase a la cohesión nacional. Como todos los totalitarios, su discurso incurre
en tremendas contradicciones: al tiempo que consideraban que el catalán y el
occitano -hablado en el Valle de Arán y el Pirineo leridano- serían las lenguas prioritarias, planteaban una regulación
para que los operadores de los servicios de comunicación audiovisual
promoviesen los valores de la diversidad
lingüística… pero difundiesen contenidos de acuerdo con las políticas lingüísticas de la nueva República. O sea,
algo así como sois libres de pensar,
siempre y cuando penséis como yo quiero que penséis.
En
cuanto a los ramalazos bolcheviques, van de la mano con esa tacañería que el imaginario colectivo atribuye,
precisamente, a los de la barretina. En una fotografía en la que aparece el
sedicente gobierno regional legítimo
(léase, el sedicioso), han borrado de la foto a Santiago Villa, el consejero discrepante (es decir, el que hizo caso
a lo de sois libres de pensar, pero
obvió la parte de como yo quiero que
penséis). Eso sí, no debieron contratar a un retocador fotográfico de
calidad (o, directamente, no contrataron a ninguno y decidieron hacerlo ellos y
así ahorrarse la pasta), porque se les olvidó eliminar una de las piernas.
Con
peores medios técnicos, el ex seminarista georgiano lo hacía bastante mejor, Cocomocho…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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