Ayer
escuché el mensaje navideño de Su Majestad el Rey Felipe VI. Es una costumbre que he
adquirido de unos años para acá, incluso antes de que se produjera la sucesión
en la jefatura del Estado. Quizá se deba a que al escribir más de seguido en el
blog, dedico más atención consciente a la situación política; y las opiniones
del jefe del Estado, aunque necsariamente matizadas por su posición meramente institucional,
no dejan de ser parte de la misma.
En
general me gustó. Que fue acertado lo demuestran, en aplicación de la doctrina Mafalda, los apoyos del PP (un mensaje de concordia), el PSOE (apostar por el futuro desde la comprensión
del presente) y Ciudadanos (el mensaje representa
a los españoles); pero, sobre todo, por el rechazo que ha provocado en los
enemigos internos de España, es decir, los neocom
(el Rey abraza el argumentario del PP,
según Junior, que añade que España no
necesita ningún rey… lo que no necesitamos son mamarrachos como tú, necio
intonso) y los golpistas (que lamentan que fuera de nuevo el Rey del 155… ¿qué esperaban, que Su Majestad se saltara la Constitución?).
A
mí, lo que más me llamó la atención fue algo que dijo justo al principio de su
alocución: desde mi punto de vista, equiparó implícita aunque nítidamente a los
golpistas del 1 de Octubre de 2.017 con los del 23 de Febrero de 1.981. Sólo
que éstos purgaron sus delitos en prisión, y éstos está todavía por ver…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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