Fue
Groucho Marx el que hizo famosa la frase Partiendo
de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de miseria. Esta sentencia
podría aplicarse perfectamente al partido antaño hegemónico en Cataluña y que
hoy va camino de ser casi menos que el Partido Popular de la región… que ya es
decir poco.
Desaparecido
de la primera línea política Jorgito Polluelo, su sucesor al frente de la
(entonces todavía) coalición consiguió lo que parecía imposible: perder el
poder. Tampoco es que se notara demasiado, puesto que los que ocuparon las
poltronas –me refiero básicamente a los socialistas: los comunistas siempre se
han pegado como lapas al regionalismo de turno siempre que fuera de izquierdas,
y los republicanos perdieron la ética con la desaparición de Tarradellas, y la
estética con la llegada del estrábico con sobrepeso-, supongo que en parte para
hacerse perdonar su origen charnego y en parte por odio a todo lo que
signifique España, practicaron una política que podrían haber firmado
perfectamente los que se encontraban en la oposición.
De
hecho, fue en el periodo del tripartito cuando, por un lado, se aprobó el
sedicente y sedicioso estatuto y, por otro, cuando se firmó la tregua con los
asesinos vascos de ultraizquierda, garantizándoles apoyo siempre y cuando no
atentaran en la esquinita nororiental de la península.
Vueltos
al poder, pero cada vez con menos votos y menos escaños, Arturito Menos emprendió la huida hacia adelante, amenazando con la
independencia en fechas que suponían aniversarios significativos (que si en
2013, que si en 2014, que si en 2015) pero no llegando nunca a dar el paso. Más
quemado que la pipa de un indio, abandonó la primera línea de la política (la
segunda línea empezaba también a estar más que llena con Polluelo, la madre superiora y los pollitos) para que
los Clicks Unidos de Playmobil,
después de decidir asambleariamente si contribuían o no a aupar a un nuevo
burgués a la poltrona, apoyaran a un periodista de corte de pelo inefable.
Llegaba
así a la cabeza de la marcha hacia el precipicio un sujeto que ni había ganado
unas elecciones ni siquiera había encabezado lista alguna. Después de proclamar
la independencia (o no, según otros), salió por piernas hacia la tierra de las
coles y las patatas fritas, donde siendo republicano vive a cuerpo de rey. Mientras,
en su región se han convocado unas nuevas elecciones –a celebrarse en Jueves,
de lo que me he dado cuenta hace relativamente poco- a las que los
independentistas de toda ralea van a presentarse, a pesar de considerarlas
ilegítimas. Total, si han promovido un referéndum ilegal, qué más les dará…
Pero
a esas elecciones ya no concurre Convergencia y Unión. Tampoco concurre
Convergencia Democrática de Cataluña. Ni siquiera concurre el Partido de los
Demócratas de Cataluña. No: en caída libre, han decidido presentarse como una
agrupación de electores denominada Juntos
por Cataluña que rellenarán con alcaldes, no afiliados y políticos presos. En
cuanto a las siglas del PDeCAT, irán en minúsculas, así que conviene que los
votantes se lean la letra pequeña a la hora de elegir la papeleta.
Y
mientras, los republicanos de izquierdas van a hacer exactamente lo mismo: una
lista transversal de presos y de no
afiliados. De Juntos por el sí han
pasado a Juntos pero no revueltos
para terminar en Separados y peleados.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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