martes, 12 de diciembre de 2017

No hay mal que mil años dure

Hace cosa de un mes, el mismo día –el quince de Noviembre, para ser exactos-, dos dinosaurios, uno de la política y otro de la prensa, fueron defenestrados. Parecían eternos, pero nada en esta vida lo es.
El primero fue Juan Luis Cebrián, antiguo miembro de la prensa del Movimiento (el de los principios inamovibles –el Movimiento, digo-, lo cual no dejaba de ser un oxímoron bastante gracioso) devenido luego en mano derecha del responsable último de la mayoría de los males que nos aquejan y finalmente destructor del imperio levantado por el citado responsable: mal periodista, peor escritor (aunque esté en la Real Academia de la Lengua Española) y pésimo gestor, el grupo acumulaba pérdidas millonarias al tiempo que él acumulaba millones, a secas. Fulminado por el hijo de su antiguo patrón, el veredicto ha sido inmisericorde: el cáncer de esta compañía, una gestión pésima.
El segundo fue Robert Mugabe, dictador de la antigua Rhodesia (rebautizada Zimbabue) que tras tres décadas en el poder y ya nonagenario fue depuesto por los militares. Tras un tira y afloja de me voy pero me quedo, parece que al fin renunció al poder, aunque las cosas se calmaron cosa de diez o quince días después y desde entonces no se sabe nada (o, al menos, yo no me he enterado).
En cualquier caso, mucho tiempo han esperado, en uno y otro caso.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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