El
segundo volumen de esta peculiar
trilogía confirma la impresión del primero: una especie de chicle estirado en
exceso. Dedicar mil trescientas páginas a una historia que podrían haber
ocupado poco más de la mitad canta un poco. ¿Es esto una crítica? No
exactamente, porque el libro entretiene. Pero concede una atención al detalle
que, aligerándola un poco, habría abreviado la cosa, sin necesidad de eliminar,
por otra parte, la ampliación de ese universo peculiar.
En
el lado positivo está el que el autor mantiene el tono de narrar la historia en
primera persona, desde el punto de vista de un adolescente; en el negativo, que
la traducción tiene algunos deslices bastante imperdonables. Si en el primero
se referían al Miguel Angel de Adán
(cuando es evidente que se trata del Adán
de Miguel Ángel), en ésta muestran a un personaje fallecido y a otro deceased.
Y
si el primer volumen acababa en un cliffhanger
de libro, éste lo hace en un continuará
tan descarado que el tercer volumen empieza justamente donde termina el segundo,
por no hablar de unos instantes antes.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario