Por
mucho que presuma de ello, España nunca será una de las democracias más
avanzadas del mundo hasta que prescinda de ciertos elementos provenientes de
épocas pretéritas, decimonónicas o incluso directamente medievales.
Uno
de ellos es el de los aforamientos. La protección de los cargos públicos tenía
sentido cuando no había una verdadera separación de poderes y se encontraban,
por lo tanto, en riesgo de que cualquier denuncia supusiera su comparecencia
ante un juez, impidiéndoles así ejercer sus funciones. Pero de un extremo se ha
pasado al otro, con miríadas de cargos públicos que gozan de fuero especial por
cualquier delito que cometan, no sólo los realizados mientras están
desempeñando efectivamente su cargo (es decir, actuando como tal); existe,
además, la figura del suplicatorio, por el cual, si el órgano al que pertenecen
así lo considera, puede denegarse la posibilidad de encausarles (denegación
harto frecuente, en una especie de hoy
por ti, mañana por mí). Algo completamente irracional; máxime, si tenemos
en cuenta que, además, la partitocracia imperante en España hace que los jueces
en general, o al menos quienes les gobiernan (a pesar de ser teóricamente
independientes), resulten cuando menos sospechosos de falta de imparcialidad.
Otro
también tiene que ver con la palabra fueros.
Me refiero a los conciertos vasco y navarro, que rompen la igualdad de todos
los españoles ante la Ley, al menos en el aspecto fiscal. Por este régimen privilegiado,
las dos comunidades autónomas mencionadas gozan de gabelas que les son negadas
a las otras quince.
Quizá
por propio interés, quizá por verdadera convicción, el mes pasado coincidieron
en criticar esta figura del concierto los socialistas andaluces y los naranjitos. Contra ellos se alzaron, no
los partidos regionalistas de las dos regiones especiales, sino quien debería
velar por la igualdad de todos los españoles: el Gobierno o, más bien, el
partido que los sustenta. Mientras el presidente del Gobierno defendía el cupo
vasco (lógico, necesita los votos del PNV para aprobar los presupuestos… lo que
no parece percibir es que necesita más los de Ciudadanos, que son más) y
criticaba la demagogia tan fácil como dañina (la demagogia suele ser ambas cosas, señor registrador en
excedencia), y el portavoz de los populares
vascos atacaba a Rivera. Al tiempo, los presidentes populares de Galicia y
Castilla y León cuestionaron el cupo, pidiendo explicaciones.
Hasta
que no desaparezcan tanto los aforamientos (o, al menos, se reduzcan a la
mínima expresión) como los cupos, España no será una gran nación, y sus ciudadanos
no serán completamente libres ni totalmente iguales…
…y
con esta entrada, igualo el récord del año pasado. No está mal.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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