Uno
–es decir, yo- podría haber llegado a pensar que había agotado los adjetivos
calificativos –negativos, por supuesto- que aplicar a los golpistas catalanes.
Pero ¡quiá!, hete aquí que, como decía Superratón, no se vayan todavía, aún hay
más.
Según
el diccionario de la Real Academia Española de la lengua, farisaico es, en
primera acepción, propio o característico
de los fariseos y, en segunda, hipócrita
(así, directamente, sin anestesia ni nada). Fariseo tiene, según el mismo
diccionario, cuatro acepciones, a saber: seguidor
de una secta judaica que aparentaba rigor y austeridad, pero eludía los
preceptos de la ley y, sobre todo, su espíritu; perteneciente o relativo a la secta de los fariseos o a sus miembros;
hipócrita (hale, otra vez); y,
finalmente, hombre alto, seco y de mala
intención o catadura, aunque aclara que esta última acepción está en
desuso. Finalmente, hipócrita es alguien que
actúa con hipocresía, siendo esta última el fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que
verdaderamente se tienen o experimentan.
Viene
todo esto a cuento de las declaraciones del estrábico con sobrepeso que, tras
ser enviado a la cárcel, declaró que dedica los días en prisión a la reflexión y, afortunadamente como católico, a la oración. Ya que estamos, y dejando aparte que milita en un partido en el que uno de sus líderes pretéritos, al que homenajean año sí, año también, se jactaba de que en Cataluña no quedaban curas, frailes ni monjas porque se los había cargado a todos, debería reflexionar sobre cómo ha
incumplido varios de los mandamientos, como por ejemplo el octavo: ese que dice
no dirás falso testimonio ni mentirás.
Es
sólo una sugerencia…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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