Siguiendo
con las similitudes entre necionanistas e
izquierdistas (similitudes que, repito, son extrapolables a la práctica
totalidad de los políticos que en el mundo han sido, son y serán), está la de
hacer responsables de los errores, fallos, desaciertos o desgracias a
cualquiera menos a ellos mismos.
Desde
el España nos roba hasta la conjura
judeomasónica, unos y otros siempre han echado la culpa de todo lo que sale mal
a los otros, mientras que los éxitos siempre
son fruto de la habilidad, el talento y (maldita palabreja) hasta el carisma de
los propios.
Cuanto
más extrema es la ideología, más extremadas es esta tendencia. Para Alfonso
Guerra, España se equivocó cuando, a finales de los años setenta, no votó
mayoritariamente al partido de la mano y el capullo en el que él era vicetodo. Para Junior, una especie de revolucionario de pitiminí (pero, no nos
engañemos, con más peligro que un mono con un barril de nitroglicerina si
llegara al poder), la culpa de despertar lo que él llama el fantasma del fascismo es del independentismo.
No
puede negarse que los españoles, hartos de que les toquen las narices a ellos y
a los símbolos patrios una panda de aprovechados y demagogos, han reaccionado
afirmando la pertenencia a ese algo superior a ellos mismos que es España. Pero
también es cierto que los neocom han
ayudado algo más que una miaja, con los ataques al himno, la bandera, los toros
y hasta las procesiones de Semana Santa en Sevilla.
Por
otra parte, los que no dejan descansar en paz al fantasma del fascismo son
ellos, a los que no se les cae de la boca y al que sacan a pasear cada dos por
tres.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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