Los giliprogres -todos los que en el mundo han sido, son y serán- están tan convencidos de hallarse en posesión de la verdad y de que sus planteamientos son, no ya correctos, sino los únicos válidos, que los aplicarán contra viento y marea, y si no funcionan como esperan -que no suelen hacerlo-, será la realidad la que está equivocada.
Tomemos el caso de la ninistra de Lomismodá y marquesa de Villa
Tinaja, una indocumentada buena para nada que, de no haberse dedicado a
calentarle la cama al chepas, no habría pasado de cajera de gran superficie
-con todos mis respetos a las cajeras de las grandes superficies-, a pesar de
todos sus estudios y diplomas, que lo único que hacen es certificar que es una
inútil titulada; o, como diría su colega de gabinete y de ideología, muy leída
y escribida (aunque, consultado el Diccionario Panhispánico de Dudas, rectifico
y pienso que el paleocom probablemente ni siquiera sepa conjugar el
verbo escribir).
Los izquierdosos en general, y esta mema en particular, se proclaman defensores de todas (las que ellos denominan) opciones de género, disforias y demás. Pero no todos se consideran representados por la izmierda, y en algunos casos hasta preferirían que no les defendieran tanto o, ya puestos, no les defendieran en absoluto. Porque, para decirlo alto y claro, les avergüenza.
Pero qué sabrán ellos...
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