Hace mucho tiempo que los de la mano y el capullo dejaron de ser un partido político -si es que alguna vez lo fueron- para convertirse en una máquina de alcanzar y detentar el poder… como, por otra parte, son la mayoría de los partidos de izquierdas que en el mundo han sido, son o serán. Alguno habrá que se salve, pero será pequeño y poco conocido.
A este afán insaciable, a este apetito nunca ahíto, supeditarán todo:
principios, si los tuvieran; medios, si fuera necesario; las instituciones, si
alcanzan a controlarlas. Ayer acabamos de tener un ejemplo: tras la votación de
convalidación del Real Decreto sobre la reforma laboral de Egolanda, en
el que los dos diputados de Navarra Suma votaron en contra (demostrando más integridad
que la dirección de la coalición, que quería que votaran a favor), la
franquicia pamplonesa de los de la mano y el capullo votó a favor de la reprobación del alcalde de la capital navarra -de UPN-, reprobación que había
sido presentada por los etarras y que los suciolistos no iban a apoyar
cuando creían que los navarros votarían en la Carrera de San Jerónimo de
acuerdo con los intereses del desgobierno socialcomunista que tenemos la
desgracia de padecer.
Y hace un año se conoció que la fiscal general del gobierno, entonces ninistra de Injusticia, ofreció la libertad a Villarejo a cambio de atacar al PP y a la Corona, a través de un emisario al que envió a negociar en Junio de 2.018.
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