Cuando un tipo que está podrido de dinero te sugiere que hagas algo en contra de tus costumbres más arraigadas, desconfía. Si en vez de sugerir, exige, y se dirige a una colectividad, puedes apostar lo que sea a que lo hace por su interés particular, y no por el general: ganarás.
Tomemos el caso del creador del virus informático (estoooo, del sistema operativo; chiste de friki cibernético) más difundido de la Historia, Bill Gates. Si exige a las naciones ricas que coman carne sintética y apuesta por forzar su consumo, podrá decir que lo hace por el bien de la humanidad, para luchar contra el cambio climático y diez mil pamemas más. Todo ello ha de enfrentarse al hecho de que es un gran inversor de empresas de carne artificial.
Esto, unido al hecho de que afirma que presionará a los gobiernos para
que regulen el mercado, hace sospechar que lo que le mueve no es el interés
general, sino el privado. En concreto, el suyo.
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