Como no me canso de repetir, con los suciolistos españoles en general, y con los presentes en particular, no se debe entrar en negociaciones. No digo llegar a acuerdos porque los romperán antes incluso de que se seque la firma con la que se han formalizado, sino simplemente sentarse a hablar… porque te harán pagar la cuenta.
Hace un año -en un par
de semanas habremos acabado con esta muletilla, Dios mediante- proseguían las
negociaciones entre populares y socialistas para la renovación de los
miembros del Consejo General del Poder Judicial. Fracasadas las conversaciones
entre los primeros espadas, tomaron la palabra negociadores de segundo
nivel, aunque por parte de los de la mano y el capullo quien hablara fuera
el ninistro de Injusticia (otra muestra de la confusión entre gobierno y
partido en la que la izmierda patria suele caer).
Mirando desde su óptica
-no conciben otra-, el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de
padecer insistía en que la renuncia a una exdiputada necom (¿qué
apariencia siquiera de imparcialidad podría tener semejante candidata), aunque
mantuvieran en su lista de intocables al juez de la Gürtel, suponía
un sacrificio que debería bastar para que el PP abandonase los vetos y
aceptase el pacto.
Dejando aparte que eso
debería juzgarlo la otra parte -el PP es quien debería decir si le basta o no-,
que se sostenga que el juez de la Gürtel no es un perfil partidista
pese a que haya investigado los casos de corrupción del PP puede ser cierto,
pero quedaba indudablemente contaminado por haber conocido del proceso.
Lo que ya es de traca es
que la (entonces) portacoz del consejo de ninistros dijera que todas
las personas que el Gobierno de España ha puesto encima de la mesa cuentan con
nuestro respeto. Faltaría más, hombre.
Digo mujer (presuntamente).
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