De todo lo elaborado por Disney tras la adquisición de Lucasfilm, lo más potable fue Rogue One. Una precuela al Episodio IV que, aunque cambiaba lo que (creíamos que) sabíamos sobre cómo se había creado la Estrella de la Muerte y cómo se habían obtenido sus planos, lo hacía de forma tan elegante y con un cierre -más bien un enganche- tan redondo que los aficionados se lo perdonamos a la casa del ratón.
Años más tarde, Disney se ha sacado de la
manga una serie que es una especie de precuela de la precuela, narrando
los orígenes de uno de los personajes que aparecían en el largometraje, Cassian
Andor. Con un subtexto político bastante evidente y unos héroes que no son
completamente puros e inmaculados, sino imperfectos y por lo tanto humanos, a
lo largo de dos docenas de capítulos asistimos a una serie de conspiraciones y
contra conspiraciones, fintas y amagos, fanatismo y abnegación que absorben
nuestra atención.
Me ha hecho especialmente gracia el aire retro de la tecnología, muy ajustado a lo que era el futuro de 1.977 y, a la vez, coherente con lo que aparecía en Una nueva esperanza. No me ha gustado tanto el que metan con calzador la típica subtrama NoCHe. Y me chirría un poco la última escena de la serie, porque deja un fleco suelto que no se resuelve en la película ni en ninguna otra parte.
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