Iba a empezar diciendo que el problema (para ellos) del partido de la mano y el capullo es que está tan podrido, es tan nauseabundo, que cualquier propuesta o iniciativa que lancen para combatir cualquier conducta reprobable deviene el más escandaloso de los ridículos, porque es como poner a la puta a cargo del convento, además de que la meretriz se dedica a dar ponencias sobre la inmortalidad del cangrejo de río.
Pero según lo escribía, me he dado cuenta de
que para ellos eso no supone ningún problema. Carecen de sentido del ridículo
porque carecen, total y literalmente, de vergüenza de ninguna clase. Son capaces
de decir una cosa y hacer la contraria sin que se les mueva un pelo de las
cejas.
Es el caso del cargo de confianza del
psicópata de la Moncloa que fue forzado a dimitir, como quien dice, cinco minutos
antes de haber sido nombrado, cuando salieron a la luz presuntos casos de acoso
sexual en el seno de la formación política. Teniendo en cuenta que el partido
parece haber dado por buenos los rumores, estaría obligado -al contrario que
las presuntas víctimas- a denunciar los hechos, de acuerdo con el artículo 262
de la Ley de Enjuiciamiento Criminal:
Los que por razón de sus cargos, profesiones u oficios tuvieren noticia de algún delito público, estarán obligados a denunciarlo inmediatamente al Ministerio fiscal, al Tribunal competente, al Juez de instrucción y, en su defecto, al municipal o al funcionario de policía más próximo al sitio si se tratare de un delito flagrante.
Mientras se lo van pensando, han tomado una
decisión prudente, contundente, radical, infalible; la leche en bote, vamos: un
curso de sensibilización sobre abusos sexuales para trabajadores y altos
cargos. Uno pensaría que con la ley Sánchez-Montero, este tipo de decisiones ya
no serían necesarias porque nos habríamos vuelto todos castos y puros.
Va a resultar que Ferraz 70 es un nido de marichulos heteropatriarcales, machistas y retrógrados. Y, a lo peor, hasta fascistas.
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