Teóricamente, Cuba es el paraíso del proletariado, una utopía socialista, el espejo en el que se miran todos los giliprogres occidentales.
Claro, que los que (mal) viven en la perla
del Caribe no piensan lo mismo, y tan pronto intentan huir de la isla a través
de un estrecho infestado de tiburones como se prostituyen o piden limosna para
sobrevivir.
Algo que es negado sistemáticamente por el
régimen. Pero todo tiene un límite, y cuando la ministra de Trabajo de la
dictadura dijo que los mendigos son gente disfrazada, se montó tal escandalera
que tuvo que dimitir. Ya podrían tomar ejemplo sus correligionarios de este lado
del charco.
En lo de dimitir, digo.
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