Afrontémoslo: Christopher Paolini nunca será John Ronald Reuel Tolkien, ni George R. R. Martin, ni siquiera Margaret Weis o Tracy Hickman… ni falta que le hace, la verdad.
Las fuentes de las que bebe son más que
evidentes, y su estilo es susceptible de mejora, pero ha logrado crear un mundo
de fantasía relativamente coherente, y lo hizo cuando todavía estaba en la
adolescencia.
Ahora, en este sexto volumen ambientado en el
mundo de Alagaësia, la trama se centra casi exclusivamente en Murtagh, medio
hermano de Eragon y antihéroe de la saga de Legado. En sus vagabundeos
por el territorio, se topa con una conspiración oculta (y ocultista, podríamos
decir) que podría terminar con todo lo que consiguieron los vardenos (se me
acaba de ocurrir, o re ocurrir, que Galbatorix es una especie de mezcla
entre Darth Vader y el emperador Palpatine). Y, en lugar de ir a pedir ayuda, decide
intentar solucionar las cosas él solo… y casi pierde la vida en el intento.
Una cosa que tiene en común el personaje con
Eragon es que los dos aprenden magia prácticamente por su cuenta (algo parecido
a lo que ocurre con Luke Skywalker, que montó una nueva orden jedi de modo
autodidacta, o casi). Murtagh tiene además la inmensa suerte de encontrarse un
glosario de términos del Idioma Antiguo… glosario del que no se explica qué
demonios hacía donde Murtagh lo encontró.
Y ahora que Paolini ha vuelto a este mundo, parece no tener ganas de irse, porque el final es de lo más abierto… además de plantear la posibilidad de contar historias previas al comienzo de la saga.
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