Los del hacha y la serpiente dejaron de matar porque vieron que podían conseguir sus objetivos con menos peligro para su integridad. Peligro que en general provenía de la torpeza de sus miembros, y no de las ganas que les tuvieran los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado… que apuesto duros contra pesetas a que se las tenían.
Los de la barretina han hecho lo mismo: han
dejado -de momento- los butifarrendum y alquilan sus siete votos en el Congreso
de los Diputados, obteniendo un rédito desproporcionado a su magro caudal de
votos.
Y es que se ha juntado el hambre con las
ganas de poder en el partido de la mano y el capullo (o, por mejor decir, en su
autocrático líder), la necesidad política y la falta de escrúpulos. Y si cuando
negaba algo las veces que hiciera falta uno podía estar seguro de que
acabaría haciéndolo… ¿qué cabe pensar cuando el ninistro Bolardos, ante
la exigencia de los jotaporcatos de un consejo del poder judicial exclusivo
para Cataluña, responde que están abiertos al diálogo?
Nada bueno, desde luego.
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