Cuando la corrupción de Ábalos y Koldo empezó a salir en la prensa, la reacción del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer fue unánime, monolítica, en una sola dirección: negarlo todo.
Era fango. Bulos. Insidias. Mentiras. Calumnias.
Pseudomedios. Ultraderecha. Fascismo (esto, olvidando que el fascismo, como el
nacionalsocialismo, son ideologías de izquierdas). Reacciones de la extrema
derecha y de la derecha extrema, que no soportan que un gobierno progresista
(con los racistas del orate de la boina, los fascistas de las procesiones de
antorchas en homenaje al asesino de masas, los terroristas asesinos del hacha y
la serpiente) esté llevando a España a, dicen, la mejor situación de su
historia.
Pero claro, luego llega la fiscalía
anticorrupción -órgano especializado, no conviene olvidarlo, por el partido de
la mano y el capullo… como si los demás fiscales no persiguieran, de
encontrársela, la corrupción- y lanza un informe demoledor que señala que los
indicios delictivos contra los dos sujetos suprascritos son abrumadores.
Ahora vas y lo cascas.
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