En otras etapas críticas de nuestra historia, la clases dirigentes no han sabido, o no han querido, o no han podido, estar a la altura de las circunstancias, y ha tenido que ser el pueblo llano, los españoles normales y corrientes, los que sacaran las patatas del fuego a la nación. El caso que se cita como paradigmático es el de la invasión napoleónica, cuando, ante la inacción de la corona y la nobleza, fue eso que se da en llamar la gente la que tomó las armas contra el francés e inició la resistencia.
Algunos piensan –pensamos- que el Gobierno no está haciendo nada, o al menos no está haciendo lo suficiente, para frenar el golpe de Estado perpetrado en Cataluña por Cocomocho, el estrábico con sobrepeso y los Clicks Unidos de Playmobil. También pensamos que eso que se da en llamar la mayoría silenciosa quizá debería abandonar su mutismo y empezar a decir, bien alto y bien claro, que Cataluña es España y que el butifarrendum II es cualquier cosa menos democracia. Lo primero no parece que vaya a cambiar, al menos en el futuro inmediato. Lo segundo quizá esté empezando a hacerlo.
Una profesora de la Universidad de Tarragona y algunos de sus alumnos se han enfrentado a un grupo de independentistas que querían leer un texto a favor del butifarréndum en su clase. Y lo hicieron sin malos modos, con educación pero con firmeza, ya que todo lo que hizo la docente fue decir Esta es mi clase, salid fuera.
Y mientras, fuera, la organización no gubernamental Reporteros sin Fronteras denunciaba el acoso y presiones del consejo regional de gobierno a los periodistas; mientras, fuera, ese mismo consejo de gobierno anunciaba que tenía listos, para el butifarrendum II, dos mil ciento treinta y cinco colegios y seis mil doscientas cuarenta y dos mesas, amén de unas urnas made in China (la comunista, no la otra); mientras, fuera, la consejera regional de enseñanza avocaba el control de los centros escolares.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!