Los
políticos en general, y los de izquierdas más, acostumbran a ser el colmo de la
hipocresía, en el sentido de que predican para los demás (y obligan, si llegan
al poder) un comportamiento que ellos no siguen en su vida personal.
Por
ejemplo, defienden la libre ocupación de las viviendas… siempre y cuando sean
las ajenas, porque ellos están muy ocupados acaparando propiedades. Defienden
la contención y la moderación en el gasto público y privado, mientras ellos
derrochan a manos llenas el primero, en parte para llenar los bolsillos del
segundo (los propios, se entiende, no los ajenos). Hablan de la igualdad de
clases, mientras se ufanan de pelearse con gente
lumpen, de una clase social muy inferior a la suya. Se proclaman
feministas, mientras hablan de azotar a periodistas (mujeres, de momento) hasta
que sangren, y encamaran a los pináculos del poder a la churri de turno.
O,
lo que ya es el colmo, se permiten el lujo de dar lecciones sobre la Ley de Dependencia tras defraudar a la Seguridad Social.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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