En
la segunda mitad de los años treinta del pasado siglo, tras el ascenso al poder
en Alemania del partido nacionalsocialista, las llamadas democracias
occidentales (realmente, en aquella época era el único lugar donde las había)
hicieron sucesivas concesiones, básicamente territoriales, a Adolf Hitler, en
la confianza siempre de que la afirmación del führer nazi de que cada una de ellas sería la última pretensión de
Alemania. Mintió todas y cada una de las veces y, finalmente, la profecía de
Churchill tras las conversaciones de Múnich se cumplió: forzados a elegir entre
la guerra y el deshonor, los líderes europeos eligieron el deshonor… y también
tuvieron la guerra.
Algo
muy parecido está ocurriendo con los golpistas catalanes (tan parecidos a los
nazis en tantas cosas, por más que les moleste la equiparación): se les ha
hecho concesión tras concesión en las cuatro últimas décadas, sin que haya
servido para nada más que para postergar el tan repetidamente llamado choque de trenes. Y cuando, por fin, se
ha empleado la fuerza con ellos (el único argumento que entienden y el único
que funciona con ellos), el Gobierno va y la jode, ofreciendo para el dos de
Octubre más dinero para Cataluña y reformar la Constitución.
Oferta
que no ha servido de nada: Cocomocho
ha afirmado (no tiene otro remedio, si no quiere que los Clicks Unidos de Playmobil se le echen encima) que el butifarrendum II se hará; los golpistas
no tienen empacho en llevar a adolescentes de una escuela de Manresa a
manifestarse ante la Policía Nacional; la consejería regional de trabajo envía
un correo a sus funcionarios para que se sumen a las manifestaciones…
Puesto
que la mano tendida no sirve de nada, habrá que emplear el puño. Como hace el
Tribunal Constitucional, que ha multado con doce mil euros diarios a los síndicos del uno de Octubre. Eso sí que
lo entienden perfectamente.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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