Supongo
que, como en cualquier circunstancia mundana, habrá de todo, pero en general
considero a los que ocupan una vivienda ajena como una panda de aprovechados
que, en lugar de esforzarse por conseguir como Dios manda un lugar en el que
vivir y/o trabajar, prefieren tirar por el camino más fácil y levantarle a otro lo que ha conseguido
con el sudor de su frente.
Como
digo, habrá de todo. Hay quienes no tienen otro remedio porque se ven abocados
a la miseria absoluta –habrá que ver cómo han llegado a ella- y es el único
medio de procurarse un techo bajo el que dormir. Y luego está el llamado movimiento ocupa (me niego a escribirlo
con ca), tan querido y jaleado por el progretariado
(no digamos ya por los neocom, puesto
que más de uno de sus cargos políticos se ha desempeñado como revienta
inmuebles ajenos), al que por lo visto consideran una suerte de cultura alternativa (supongo que alternativa a
la cultura del esfuerzo, porque a otra no me cabe en la cabeza cuál pueda
ser…).
Como
he dicho, parte de la clase política no oculta sus simpatías por esa panda de
delincuentes. Los legítimos propietarios tampoco es que tengan más remedio que
el recurso al ajo y agua, puesto que
la Justicia en España avanza a paso de tortuga reumática. No les queda otra que
esperar, o recurrir a las empresas que se dedican a desalojar ocupas,
empleando, no la violencia a la que tan proclive es la chusma ocupa, sino a
algo mucho más sutil: la intimidación. Y funciona, por lo visto.
Como
también funciona el método empleado en Fortuna, localidad de la provincia de Murcia
en la que los vecinos expulsaron a cuatro familias ocupas utilizando argumentos
contundentes. A pedradas, para ser
precisos. Lástima que, después, la Guardia Civil se llevara detenidos a los apedreadores...
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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