Pues al final me equivoqué, y resultó que la academia española de cine seleccionó como candidata a la nominación al Oscar a la mejor película de habla no inglesa la que menos me esperaba y aquella de la que menos sabía. Por no saber, no sabía ni el tema –el drama de una niña que en los años noventa pierde a sus padres por el SIDA y tiene que adaptarse a su familia adoptiva- ni tampoco el hecho de que la película hubiera sido rodada en catalán.
Quizá alguien haya pensado que esa sería una manera de congraciarse con los golpistas catalanes, esos que hoy quieren llenar las calles en lo que debería ser una fiesta de unidad y que ellos llevan años (décadas) convirtiendo en una fiesta de enfrentamiento y rechazo al que no comulga con sus ideas, pero todos sabemos que a esos no se les congracia con nada. Incluso aunque alcanzaran su tan ansiada independencia, seguirían insatisfechos y buscarían anexionarse lo que ellos llaman países catalanes.
Como ocurrió en el caso de Blancanieves en blanco y negro (que tuvo la desgracia de coincidir, o casi, en las pantallas con The Artist), no creo que la temática beneficie las opciones de la película española. Me da que a los americanos el drama del SIDA, por más que siga siendo una realidad presente, les pilla ya un poco pasada de moda. Sólo el hecho de que esté rodada en una lengua (un dialecto venido a más) minoritaria les daría algunas opciones…
Aunque, por mí, como si siguen la senda de las representantes españolas de los últimos años y se hunden a las primeras de cambio, oye.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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