Siempre
he pensado, sin haber leído ni una coma de la misma (sí, lo sé, es otra de esas
tareas pendientes, como comenzar la serie de entradas sobre los frisos de los
libros de Tolkien), que la Ley de Desmemoria Histórica, sólo por venir de donde
(y de quien) viene, es una norma profunda, radical, absolutamente sectaria.
Quizá pueda estar equivocado (aunque tengo pocos temores sobre ello), pero lo
que sí es cierto es que su aplicación ha sido siempre sectaria, de la izmierda hacia (lo que ellos consideran
que es) la derecha (o parte de la derecha, porque ya sabemos dónde pastaron los
padres o abuelos de los progres de
hoy, cuando no los mismos progres, si
éstos son talluditos). Hasta ahora.
Lo
que no ha cambiado es la ignorancia galopante de aquellos que pretenden aplicar
la Ley, que tan pronto descabalgan un escudo de los Reyes Católicos sólo por
incluir el águila de san Juan como proponen retirar del callejero a Antonio
Machado (aunque luego recularon y a éste parece que le mantendrán), Quevedo,
Calderón de la Barca, Bécquer, Goya, Tirso de Molina, Espronceda o Góngora por
considerarlos hostiles a la lengua,
cultura y nación catalanas y ejemplos del modelo pseudocultural franquista.
Vamos
a dejar pasar el hecho de que es difícil ser hostil a algo que jamás ha
existido salvo en las mentes desbarradas de cuatro ignorantes resentidos (o
aprovechados, que todo hay). Por lo visto, los cretinos que gobiernan Sabadell
(pues allí es precisamente donde ha ocurrido lo que cuento), una ensalada de
grupitos de izquierdas que no incluye, vaya por dónde, a los Clicks Unidos de Playmobil, consideran
que cualquiera que haya escrito en un idioma que no sea el dialecto barcelonés
del occitano, aunque sea premio Nobel y tenga, no ocho sino ochenta y ocho
apellidos catalanes, merece estar en el callejero, por ser un esbirro al
servicio del imperialismo castellano… y de un modelo pseudocultural (ellos sí que son pseudo muchas cosas) de un gallego.
Junto
a estos nombres, también se mencionan los de Dolores Ibárruri La Pasionaria, Agustina de Aragón,
Bailén, Dos de Mayo, Numancia, Covadonga, Pizarro, Rif, Tetuán y Rafael de
Riego (creador del himno de la República). No deja de ser irónico que una norma
hecha por y para rojos sea aplicada a una inductora en sede parlamentaria del asesinato político, más roja que la sangre aunque, por lo visto, muriera en el
seno de la Santa Madre Iglesia. Espero que arrepentida de sus muchos pecados.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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