Existe
una discrepancia acerca de las verdaderas causas de la deriva secesionista de
los regionalistas catalanes. Según ellos, lo que persiguen viene a ser colocar
a Cataluña en el lugar que merece entre las naciones del mundo, un lugar que
sólo la malvada rapacidad española les ha negado ocultando secularmente todos
sus logros y méritos, que hacen palidecer a los de la Grecia clásica y la Roma imperial
reunidas. Según los demás, lo que les mueve son intereses espúreos;
básicamente, el afán de escapar a la justicia española que, teóricamente, les
haría responsables de los desmanes y dislates que han cometido y cometen.
Hace
cosa de un mes, por fin salimos de dudas (los que las tuvieran, quiero decir;
no es mi caso). Tras la manifestación secesionista (teóricamente iba a ser por
las víctimas del atentado islamista, pero nadie se lo debió decir), los
separatistas presentaron la norma fundacional
de la república, una constitución
provisional que se aprobaría antes del uno de Octubre (la verdad, con todo
el lío que se ha montado, ya no tengo nada claro si al final se ha aprobado ya
o no…).
La
proposición de ley, más larga que un día sin pan y que presenta múltiples vacíos de índole técnica, aspira a regular un traspaso de poderes ordenado,
prevé la incautación de todos los bienes del Estado (lo mío es mío, y lo tuyo
también), la absorción de los funcionarios de la administración central en los
departamentos de la nueva república (quieran o no quieran), la expulsión del
Ejército y las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (habrá que ver si se
dejan…), la amnistía para los cuatro inhabilitados a causa del anterior
referéndum (Artur Mas, Francesc Homs, Irene Rigau y Joana Ortega) –ahí, ahí-,
la constitución de un nuevo poder judicial sobre la base del Tribunal Superior
de Justicia de Cataluña y magistrados designados por el Parlament (se ve que escucharon a Isidoro cuando preguntó si no había quien dijera a los jueces lo
que tenían que hacer), y proclama para redondear su exposición de motivos que hay que reiterar la voluntad de Cataluña,
ahora ya en calidad de Estado soberano e independiente, de vehicular la
sucesión de manera negociada y pactada con las instituciones españolas,
europeas e internacionales.
Es
decir, nosotros queremos negociar…
con independencia de que nadie les haga ni puñetero caso.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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