Los marxistas nunca han tenido demasiada conexión con la realidad. Se montan unos constructos en su mente y a partir de ahí funcionan (es un decir).
Hasta ahí, vale. Lo malo es que, además, te
tomen por tonto, o parezca que se están riendo de ti en tu propia cara. Es el
caso de la tucán de Fene, que compite con Petisú por el título de miembro
menos elocuente del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de
padecer.
Pero mientras a la andaluza -con su manía de
repartir aleatoriamente el seseo y el ceceo- no la entiende ni san Pedro después
de Pentecostés (y, por tanto, con el don de lenguas ya concedido), a la gallega
se le entienden sin problemas todas las palabras, aunque encontrarle sentido a las
frases se torna tarea ardua por su prosodia sincopada o espasmódica.
Y cuando se le encuentra el sentido es como
cuando, al decir de don Mendo, te pasas jugando a las siete y media: es peor. Porque,
vamos a ver, uno puede estar de acuerdo con Egolanda en el derecho al confort climático, sea eso lo que sea, pero… ¿no será mejor dejar de ser
líderes de a Unión Europea en tasa de pobreza infantil?
Vamos, digo yo.
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