Otro rasgo de mi carácter, en cierto modo complementario de mi facilidad para rutinizar, es lo que yo llamo hacer de la necesidad virtud.
Con ello me refiero al hecho de que, cuando tengo
que hacer algo (por, vamos a llamarlo así, obligación), mi mecanismo es
convertirlo, por así decirlo, en una obligación autoimpuesta, algo que integro
en mi rutina.
Naturalmente, esto se aplica sólo a tareas de
largo recorrido, no instantáneas. Y vale lo mismo para hacer ejercicio -al
principio me costaba hacerlo algunas veces por semana, ahora casi me siento mal
si algún día no hago ejercicio- que para comer ensalada o, hace ya media vida,
ponerme a estudiar la oposición y prescindir de vida social.
Vida social que, por otra parte, apenas tenía
de todos modos, por lo que recuerdo…
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