Tradicionalmente, todos los dirigentes marxistas occidentales-comenzando por el propio fundador de la doctrina, y su patrocinador aún más; dejo fuera, por tanto, a los soviéticos, aunque Lenin no se puede decir que fuera un muerto de hambre, y sus sucesores medraron dentro del aparato del partido- han sido gente que no han pasado penurias económicas, precisamente.
Es decir, se trata de revolucionarios de
salón, que hacen proclamas altisonantes y demagógicas (valga la
redundancia) pero que, realmente, lo único que pretenden es alcanzar el poder y
detentarlo (a la larga, ningún comunista mantiene el poder legítimamente) tanto
tiempo como les sea posible.
Es decir, que no es el comunismo lo que les
vuelve malas personas, sino que son malas personas y utilizan el comunismo -y la
capacidad de esta ideología para manipular a las masas desfavorecidas- como
herramienta de obtención del poder.
¿Y a qué viene todo esto? Pues a las
declaraciones de Pesetero junto al conductor de autobús devenido
dictador, cuando proclamó tan pancho que Ayuso de joven fue falangista, partido con el que fusilaban republicanos al amanecer.
Dejando aparte que la presidente de la
Comunidad de Madrid nació en 1.978 -cuando la Falange pintaba más bien poco (y
fusilaba, republicanos o no, al amanecer o a cualquier otra hora, menos
todavía)-, y que se afiliaría posteriormente (digo yo)… los comunistas -Pesetero
se declara como tal, y Podrido más de lo mismo- han matado a más de
cien millones de personas, de todas las ideologías (comunistas incluidos, nunca
se es lo bastante comunista para el comunista que manda… ¿verdad, Trotsky?), a
todas horas y en todas partes.
Lo dicho, son unos hijos de mil padres.
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