Cuando pones a un inútil en un puesto de responsabilidad, a poco que este inútil carezca de humildad el resultado casi ineluctable será el desastre más absoluto.
Es lo que ocurrió cuando el psicópata de la
Moncloa nombró, como miembros del desgobierno socialcomunista que tenemos la
desgracia de padecer, a los marqueses de Villa Tinaja, el Chepas
y su calientacamas.
Sectarios, malas personas, perpetuamente
enfadados y siempre convencidos de haber descubierto la pólvora, poco daño
podían hacer cuando uno era profesor universitario y la otra cajera de gran
superficie. El nombrar a uno vicepresidente y a la otra ministra trajo como
consecuencia, respectivamente, más de siete mil muertes de ancianos durante la
pandemia sólo en Madrid (recordemos que quien se arrogó las competencias en la
materia fue el secretario general de los neocom, aunque, vago como es,
luego no hizo nada salvo echar la culpa a los demás) y la mayor suelta de
delincuentes (en este caso, violadores y maltratadores) vista en España desde
la derogación de la doctrina Parot.
No tendrá consecuencias indeseables, dijeron. No podíamos preverlo, arguyeron cuando
las consecuencias indeseables se produjeron. Nos dimos cuenta pero no
dijimos nada, sentenció la indocta egabrense consultada sobre la materia.
Y ahora, un sevillano (¿sevillana? ¿sevillane?) se cambió de sexo por simple declaración justo tras ser denunciado por violencia contra su expareja (una mujer de las de toda la vida), a la que acusa ahora de una agresión de la que no ha aportado pruebas ni parte de lesiones.
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