El psicópata de la Moncloa hace mucho tiempo que se quitó la careta y dejó ver al autócrata que es. Sólo los necios o los pelotas -o los cretinos que se alegren de que, al menos, no gobierne la derecha- podrán afirmar sin rubor que Pedro Sánchez Pérez-Castejón es un gobernante democrático.
No lo es. No tolera, no ya la discrepancia,
sino siquiera la disidencia. Como en la canción de Bruce Springsteen, no estará
satisfecho hasta que lo controle absolutamente todo. Y cada vez guarda menos
las formas: pone a un militante al frente del Centro de Invenciones
Socialistas, hace que la barragana del juez prevaricador salte del ninisterio
de Injusticia a la fiscalía particular del desgobierno socialcomunista que
tenemos la desgracia de padecer o, esta es la última (de momento), nombra gobernador del Banco de España a uno de los miembros más inútiles (y ya es
decir, por mucha titulación que tenga) de su gabinete.
Todo, con tal de que sólo le digan lo que quiere oír.
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