Vamos a dejar de lado si los invasores que llegan en patera lo hacen en esas embarcaciones desde sus lugares de origen -lo que, de acuerdo con Grok, son cien kilómetros en línea recta, como mínimo- o, por el contrario, son remolcados por embarcaciones que se lucran con este tráfico de seres humanos.
Vamos a dejar también de lado que la mayoría
de los que llegan son varones bien talluditos que para nada parecen desnutridos
y que, además, disponen de teléfonos móviles -lo que ocurre también con los
vendedores ambulantes, músicos callejeros, mendigos y demás, todos tienen un
teléfono móvil-, asumiendo que lo tienen para mantenerse en contacto con sus
familias, a las que han dejado atrás… y que, naturalmente, también dispondrán
de un terminal al que ser llamadas.
Vamos a centrarnos en los llamados menas,
los Menores Extranjeros No Acompañados, esos que nadie quiere, ni en las Islas Canarias, que es dónde llegan, ni los dos partidos mayoritarios, ni tampoco el
tercero, ni los fascistas separatistas. Parece que sólo les quiere la ultraizquierda
nacional pero, eso sí, no en sus casas, sino en las de los demás.
Y digo yo que lo lógico sería que dejaran de estar no acompañados. Devolverlos a sus países, vamos, con sus familias.
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