En la literatura hay bribones de guante blanco tan educados que la víctima casi agradece ser el objetivo de sus habilidades delictivas, por bien que es tratada, pérdida económica y sobresalto anímico aparte.
En la vida real, la cosa es más prosaica. Y si
hablamos del partido de la mano y el capullo del siglo XXI, entran directamente
dentro del rango de lo grosero y chabacano. Desde el dinero suficiente como
para asar una vaca hasta gastarse los fondos destinados a los parados en putas
y coca.
Sólo así se explica que un indocumentado sin
estudios ni profesión digna de tal nombre, pero que detenta el verdadero poder,
se dirigiera a toda una presidente de empresa pública en términos como bonita, tú sigue diciéndole cosas al ministro, que te tienes que llevar bien con él.
Y vaya si se las dijo…
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