Si en la primera entrada de hoy hablo de la actual titular de la cartera de Hacienda, en esta toca hablar de su predecesor, alguien a quien el aspecto físico, vagamente vampírico, acompañaba su voracidad recaudatoria.
Recientemente surgió la noticia de que en el
periodo en que estuvo al frente del Ministerio se aprovechó de su cargo para
aprobar diversas leyes que beneficiaban
a empresas gasísticas que, mira tú por dónde, eran clientes del despacho de
abogados que él mismo había fundado antes de entrar en el Gobierno de Mariano
Rajoy. Es decir, que habría incurrido en cohecho, fraude contra la
administración pública, prevaricación, tráfico de influencias, negociaciones
prohibidas, corrupción en los negocios y falsedad documental.
Probablemente la rabia le corroyera por
dentro, pero Núñez Feijóo mantuvo el tipo y afirmó que su criterio acerca de la
corrupción es muy claro y no cambia con independencia de a quién afecte,
añadiendo que no hablaría de persecución de los jueces ni de pseudomedios.
Y probablemente no lo pretendiera, pero Golpe
Pumpido va a salvar a Montoro. En efecto, la excusa que usó para indultar (encubiertamente,
pero eso es lo que fue) a los dos expresidentes por partida doble (del partido
de la mano y el capullo y del consejo regional de gobierno andaluz) fue que no
es posible prevaricar en la elaboración de anteproyectos y proyectos de normas
porque la aprobación definitiva no corresponde a quienes los elaboran, sino a
la cámara legislativa que al final los vota.
Si es que no se puede ser más tonto…
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