Por mucho que la progresía occidental, siempre antihebrea (el término antisemita, aunque empleado como sinónimo, es étnicamente incorrecto) ponga a parir al Estado de Israel, hay dos cosas que hasta ellos tendrán que admitir: que es la única democracia de la región -iba a decir que nada más cercano que Grecia sería comparable, pero supongo que Chipre cuenta como democracia… al menos en la parte no ocupada por Turquía- y que no puede permitirse perder una sola guerra porque eso supondría su desaparición como nación.
Desde los atentados terroristas del 7 de
Octubre de 2.023, Israel ha abandonado en general las sutilezas y parece haber
optado por obviar el qué dirán. Si hay que bombardear un hospital porque
en él se encuentran escondidos terroristas palestinos -términos que parecen ser
equivalentes, dado el poco rechazo aparente que Hamás parece encontrar entre
los palestinos-, se bombardea; si hay que acabar, uno tras otro, con los jefes
de los servicios secretos iraníes o con los científicos al cargo de la consecución
de explosivos nucleares, se acaba; y si hay que bombardear la sede del Estado
Mayor sirio en Damasco, se bombardea.
Porque, como ya digo, Israel no puede permitirse dar un solo paso atrás. No tiene dónde retroceder, ni le van a permitir recuperar el terreno perdido.
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