Cuando era presidente del gobierno, servidor tenía la duda de si zircunflejo, por otro mote zETAp, era más malo que tonto o más tonto que malo. Y cada vez que creía haber llegado a una conclusión definitiva, el sujeto hacía algo que me volvía a romper los esquemas.
Dos décadas después de su ascenso al poder
escalando una pila de dos centenares de cadáveres, y década y media después de
que fuera obligado a abandonarlo empujado por una crisis económica que negó hasta
la extenuación -propia y ajena- ya no me queda duda: el padre de las trolls es
malo, profundamente malo, amoral hasta decir basta. Tanto, que hace que el
psicópata de la Moncloa, con todo lo malo que es, aparezca como una mera
marioneta en sus manos.
Y como sujeto sin principios que es, se pone
al servicio del mejor postor, como un Bertran Duguesclin de medio pelo, que
ayuda a quien le paga. Si hay que defender a un tirano asesino y ladrón como
Nicolás Maduro, se le defiende. Y si hay que usar a su jefe de seguridad en
Moncloa para defender los negocios de la compañía china Huawei -y en la China
comunista, decir compañía equivale a decir gobierno, esto es, partido-,
se le usa.
Todo por la pasta.
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