viernes, 8 de septiembre de 2017

A ver si cunde el ejemplo

Supongo que, como en cualquier circunstancia mundana, habrá de todo, pero en general considero a los que ocupan una vivienda ajena como una panda de aprovechados que, en lugar de esforzarse por conseguir como Dios manda un lugar en el que vivir y/o trabajar, prefieren tirar por el camino más fácil y levantarle a otro lo que ha conseguido con el sudor de su frente.
Como digo, habrá de todo. Hay quienes no tienen otro remedio porque se ven abocados a la miseria absoluta –habrá que ver cómo han llegado a ella- y es el único medio de procurarse un techo bajo el que dormir. Y luego está el llamado movimiento ocupa (me niego a escribirlo con ca), tan querido y jaleado por el progretariado (no digamos ya por los neocom, puesto que más de uno de sus cargos políticos se ha desempeñado como revienta inmuebles ajenos), al que por lo visto consideran una suerte de cultura alternativa (supongo que alternativa a la cultura del esfuerzo, porque a otra no me cabe en la cabeza cuál pueda ser…).
Como he dicho, parte de la clase política no oculta sus simpatías por esa panda de delincuentes. Los legítimos propietarios tampoco es que tengan más remedio que el recurso al ajo y agua, puesto que la Justicia en España avanza a paso de tortuga reumática. No les queda otra que esperar, o recurrir a las empresas que se dedican a desalojar ocupas, empleando, no la violencia a la que tan proclive es la chusma ocupa, sino a algo mucho más sutil: la intimidación. Y funciona, por lo visto.
Como también funciona el método empleado en Fortuna, localidad de la provincia de Murcia en la que los vecinos expulsaron a cuatro familias ocupas utilizando argumentos contundentes. A pedradas, para ser precisos. Lástima que, después, la Guardia Civil se llevara detenidos a los apedreadores...

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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