viernes, 1 de septiembre de 2017

Acabáramos

Se dice que los presidentes del Gobierno de España, de Suárez para acá, sufren de lo que se ha llamado el síndrome de La Moncloa, así llamado por ser este palacio la residencia oficial de la cabeza del ejecutivo. Consiste este síndrome, por resumir y decirlo lisa y llanamente, en que se les sube el cargo a la cabeza, se ensoberbecen y ya no escuchan ni a nada ni a nadie.
Algo parecido debe ocurrir con el Palacio de la Generalidad, ese edificio que la bruja Piruja verá al otro lado de la Plaza de San Jaime si mira desde el balcón del Ayuntamiento de la Ciudad Condal. Al menos, ha ocurrido con los dos últimos ocupantes del mismo, Arturito Menos y Cocomocho.
El primero se sintió investido de un espíritu entre mesiánico y mosaico, pues se sentía llamado a llevar a su pueblo (entendiendo por tal aquella parte de los catalanes que comulgaba con sus ansias secesionistas, aunque sean una minoría) a la tierra prometida de la independencia… o, más bien, a expulsar del sacrosanto solar de la barretina a todos los infieles (y fascistas, sobre todo fascistas) que no pensaran que todo el mundo mundial que ha sido algo en la Historia planetaria, de Adán para abajo (y, si se me apura, hasta para arriba), fue catalán, y que si no se sabe es por una especie de conjura judeomasónica españolista. Poseído como digo por ese espíritu, se comparó a figuras de la talla de Gandhi o Martin Luther King Jr., de las que no llegó a decir que fueran catalanas (pero poco le faltó, estoy seguro).
El segundo es más modesto en sus comparaciones y más ambicioso en sus aspiraciones. Hace cuatro semanas declaró en el Círculo del Liceo que no había hecho nada en su vida, y que quería pasar a la Historia. Hombre, Carlitos, hay maneras y maneras de pasar a la Historia. En ella están tanto Jesucristo como Mahoma, Gandhi como Hitler, y Antonio Ordóñez como Cagancho.
Así que, yo que tú, me lo pensaba, por si acaso estás a tiempo de rectificar… y te dejan.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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