En los cinco días que dijo que se tomaba para
reflexionar si merecía la pena seguir detentando el poder, no se dedicó a
pensar. Al menos, no sólo. Por lo visto, lo que hizo fue pedir un análisis de las pruebas incriminatorias que podían salir a la luz sobre los negocios de la
persona que (presuntamente) le hace compañía en el colchón de la Moncloa.
Visto lo visto y la deficiente estrategia que
están siguiendo (da la impresión de ser una mezcla no demasiado elaborada de
improvisación y bandazos), quizá debería haberse tomado cinco semanas… o cinco
meses.
Más tiempo que nos habríamos librado de su presencia.
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