Hace
un mes saltaba la noticia de que la Federación Española de Tenis había decidido
prescindir de los servicios de Conchita Martínez como capitana de los equipos nacionales en la Copa Davis y la Copa Federación (lo que, en la práctica,
equivale a ser seleccionadora en ambas categorías).
Según
la Federación, aunque agradecían los servicios prestados -¡qué menos! Había
logrado devolver el equipo femenino a la categoría más alta, y hacer un
excelente papel con el masculino sin contar con las primeras figuras-, era el
momento de empezar una nueva etapa, y todas esas pamemas que se sueltan cuando
se releva a alguien que lo está haciendo bien.
Mi
opinión en aquel momento –y la sigo manteniendo, hasta que los resultados no me
demuestren lo contrario- fue que tal decisión fue, lisa y llanamente, una
cagada. Conchita lo estaba haciendo mejor que bien. Por hacer, incluso había
logrado templar los ánimos de Garbiñe Muguruza, una jugadora con un talento
indiscutible pero cuya presencia de ánimo suele flaquear en los momentos más
importantes. Vamos, tal y como le ocurría a Conchita, a diferencia de Arancha
Sánchez-Vicario, quizá con menos calidad pero que lo compensaba con unos
redaños parejos a los que suele exhibir Rafael Nadal.
El
retraso en comentar la noticia ha permitido conocer los nombres de sus sustitutos: Sergio Bruguera en hombres y Anabel Medina en mujeres. Al primero
lo conozco como jugador, pero no sé qué tal entrenador será; a la segunda, ni
eso.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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