Las
cosas van tan condenadamente deprisa que, probablemente, para cuando publique
esta entrada la misma habrá quedado desfasada. Pero bueno, ahí vamos…
Anteayer,
la noticia era que la cúpula dirigente de los golpistas habían optado por el enfrentamiento civil, como lo llama el
artículo. En realidad, se trata, simple y llanamente, del recurso a la actitud
que siempre han elegido los totalitaristas: ocupar la calle, pero no
pacíficamente –al modo de Gandhi o Martín Luther King, con los que no hace
tanto se comparaba Arturito Menos-,
sino violentamente, con algaradas y coacciones. Lo hicieron los revolucionarios
en Francia hace dos siglos largos, lo hicieron los comunistas en Rusia hace uno
y lo han hecho los neocom desde que
se les acabó el chollo de ocupar las plazas públicas. En ese orden de cosas, la
sedicente y sediciosa asamblea nacional catalana llamó a concentrarse hoy ante la asamblea legislativa regional para celebrar
la llegada de la república; y las
jueventudes de los Clicks Unidos de
Playmobil llamaron a tomar las calles y acosar a pedecatos e ierreceos (supongo que para evitar que cambien de opinión en el último momento... otra vez).
Mientras,
el estrábico con sobrepeso reveló –antes se coge a un mentiroso que a un cojo-,
quizá sin querer, los verdaderos propósitos de los golpistas. Según él, el Gobiernono les había dejado otra opción que proclamar una nueva repíblica. Es decir, que de haber sido otra la actitud del
Gobierno, la de los golpistas podría haber sido otra. ¿Cuál? ¿Dilatar las cosas,
mantenerse en España? La única explicación –bueno, puede que haya más, pero
seguidme el juego- era que los golpistas estaban jugando de farol y que, ante
el órdago de Madrit, tuvieron que
subir la apuesta (si ello es posible) porque, de abandonar el tapete de juego,
las fieras que azuzaron les devorarían.
Porque
ese es el quid de la cuestión. En una especie de cascada –Convergentes a ierreceos, ierreceos a cuperos, cuperos a aeneceos y totum revolutum-,
los secesionistas catalanes se han ido dedicando a dar alas a grupos cada vez
más radicales en sus planteamientos, aumentando la bola de nieve (o de mierda)
hasta que ésta ha alcanzado un volumen y una velocidad tales que, si intentan
detenerla, serán aplastados; así que sólo les queda seguir corriendo delante de
ella. Pero todos sabemos que las bolas de nieve acaban llegando a un
precipicio, y ya están prácticamente ahí.
Y
esa carrera se mantiene a pesar de las concesiones del Estado, que admitió las alegaciones de Cocomocho contra el ciento cincuenta y cinco a pesar de que
llegaron fuera de plazo. Es lógico que el del corte de pelo imposible no
tuviera tiempo de prepararlas en tiempo y forma, con lo ocupado que debía
estar: por un lado, ordenando (no tengo pruebas, es sólo una conjetura a
efectos de redacción) a la policía regional que quemara documentos en una incineradora (¿para qué, si van a ser independientes dentro de nada? ¿O no?); y
por el otro, soportando los gritos del estrábico con sobrepeso, exigiéndole (ya
sabemos quién tiene la sartén por el mango en ese consejo de Gobierno… aunque,
sobre el papel, el que tiene la última palabra es Cocomocho, probablemente el sujeto con menos luces de los dos:
Junqueras es un sectario, pero no es estúpido del todo y sea, probablemente, el
dirigente de su partido con más categoría intelectual desde Tarradellas… pero
con infinitamente menos categoría humana, por supuesto) que dimitiera antes que convocar elecciones. Cosa que, en cierto momento, parecía que iba a hacer. Convocar elecciones, digo, no dimitir. En eso (en no dimitir) demuestran que los catalanes, hasta los golpistas, son tan españoles como el que más.
Convocatoria
que, según algunos, harían que el Gobierno de España hiciera cesiones en la aplicación del artículo ciento cincuenta y cinco. No hasta el extremo, espero,
de concederle a Cocomocho lo que
pide: que no le destituyan, sino que se limiten a darle órdenes.
¿Para
qué? ¿Para pasárselas por el forro, como han hecho habitualmente en esa
esquinita de España?
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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