domingo, 29 de octubre de 2017

Que se jodan

Los antidemócratas son gente que, en general, adolece de una epidermis extremadamente fina o, dicho de otra manera, demuestran una exacerbada sensibilidad cutánea cuando se les aplica a ellos la misma medicina que ellos defendían aplicar a los demás.
Es lo que ha ocurrido recientemente con dos políticos, una neocom valenciana y un golpista catalán. Y, en ambos casos, ha habido otro denominador común: la banda sonora.
En el caso de Mónica Oltra, un grupo de apenas un par de docenas de personas se reunieron frente a su casa, enmascarados y con un megáfono. La valoración de la neocom estuvo lejos de considerarlo un jarabe democrático o un saludable ejercicio de la libertad de expresión, que es como los calificaban los de su cuerda cuando los acosados eran los de la opuesta. Por el contrario, se quejó de que estos fascistas (es que no se les cae la palabrita de la boca) creen ser los dueños de la calle y que el mensaje que le trasladaron estaba bien claro: sabemos dónde vives y dónde vive tu familia. Se ve que los políticos de derechas deben tener una epidermis más resistente, o ser más lerdos entendiendo mensajes trasladados, porque todos los neocom, de la bruja Piruja a doña Rojelia, los defendían e incluso algunos los practicaban en la puerta de los domicilios de alcaldes, ministros y hasta vicepresidentas del Gobierno.
El caso del golpista catalán (uno de los Jorges) es más gracioso. Resulta que el líder de la sedicente asamblea sediciosa ha pedido el cambio de módulo por los gritos de otro preso. El grito del penado (sí que es condena tener que compartir módulo con ejemplares del pelaje de los golpistas catalanes) coincidió con los cánticos que entonaban, por lo visto, los del grupo de Valencia.
¿Qué cuál era la canción? Que viva España, de Manolo Escobar.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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