En
algunos casos, allende nuestras fronteras seguimos siendo un país de siesta y
pandereta, donde todos los varones son toreros y todas las mujeres bailaoras de
flamenco. En otros casos, no se sabe si afortunada o desgraciadamente, ese
tópico ha caído y la realidad se ha impuesto.
Es
el caso de la ciudad de Barcelona, al frente de cuyo ayuntamiento se encuentra
una actriz fracasada, buena para nada que sea bueno. Gracias a la red de redes,
la economía de la ciudad condal se va a ir un poco más al garete. Y no, no
hablo de la fuga de empresas como consecuencia de la declaración (o no) de
independencia, sino del hecho de que un anfitrión de Airbnb ha dirigido a la bruja
Piruja y que desmonta su gestión económica pieza a pieza. La carta se puede
resumir en tres palabras: turismofobia, ideología e incompetencia. Aunque, en
realidad, la del medio implica a las otras dos.
Y
para acabar de rematar la faena, la amiga de meonas y blasfemas quiere ahora
subir las tarifas de autobús y metro a los turistas. No creo que a los turistas
les importe, porque como no van a ir a la ciudad que albergó los juegos
olímpicos de 1.992…
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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