Esta
semana se han producido una serie de noticias que han girado en torno a la
actuación (o la falta de la misma) del presidente del Gobierno en relación con
el golpe de Estado perpetrado en Cataluña hace una semana.
Para
empezar, José María Aznar, convertido en una especie de Pepito Grillo (o de mosca cojonera, que es otro insecto bastante
común) del partido que él refundó, le dijo al presidente del Gobierno que si no se veía capaz de reaccionar en relación con la cuestión catalana, debería darun paso al lado y convocar nuevas elecciones (sí, hombre, con lo que nos costó
conseguir un presidente del Gobierno, vamos a meternos en ese fregado antes de
tiempo).
En
Génova reaccionaron como suelen hacerlo (señal de que, por mucho que digan, las
palabras del antaño líder único e indiscutido les siguen molestando), es decir,
echando las patas por alto e intentando mostrar una ironía que lo único que
denota es resquemor: en efecto, le dijeron a Aznar que, si quería, podía pedir directamente el voto para Ciudadanos.
Mientras,
el presidente del Gobierno le pidió a Cocomocho
(a través de una entrevista de la agencia Efe) no declarar la independencia para evitar males mayores, al tiempo
que, dos días después, reconocía en una entrevista a El País (uno de los mayores enemigos de España en las últimas
cuatro décadas largas) que no impedirá la declaración de independencia. Entre declaración
periodística y declaración periodística, le dijo a Naranjito que no hay motivación jurídica para aplicar el famoso
artículo 155.
No
dudo que Mariano Rajoy tenga un plan. Simplemente, es que soy incapaz de
adivinar cuál es.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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