Cualquiera
que siga este blog –que resulta que son más de los que me suponía (otro día
hablaré de los sitios raros en los que, según Blogger, se me lee): ayer mismo
me encontré con tres comentarios, eso sí, todos de la misma persona
desconocida; va a resultar que no estoy ideológicamente tan solo como pensaba-
sabrá que, en mi nada humilde opinión, izquierda y economía sostenible (que es, realmente, el único
tipo de economía posible: a la economía insostenible se le llama ruina) son
términos que se excluyen mutuamente.
O,
como señaló un profesor de inglés en el colegio –si hay algún condiscípulo por
aquí, sabrá a quién me estoy refiriendo-, la diferencia entre una dictadura de
izquierdas y una de derechas es que (si no hay guerra mediante, matizo yo) las segundas
dejan al país económicamente mejor de lo que se lo encontraron, y las primeras
infinitamente peor. A lo que habría que apostillar que, si la cosa no se cumple
en el caso de las de izquierdas, no es porque no sean dictaduras, que lo son (¡y
de qué manera!), sino porque no aplican las recetas económicas de la izquierda
(el caso más paradigmático –me ha costado recordar la palabrita- sería la
República Popular China).
Es
decir, que si el consistorio neocom
de Madrid está reduciendo la deuda pública del ayuntamiento de la villa y corte
no es porque esté aplicando los principios marxistas (que consisten, en la versión
podemita, en que toda deuda que no se
deba a ellos es ilegítima), sino por
el plan de reducción heredado del anterior gobierno del Partido Popular, sumado
a la ley Montoro que impone un límite de gasto y, por último, a la incapacidad
de Ahora Madrid de gestionar y
realizar inversiones (salvo en sus bolsillos).
A
pesar de lo cual, el ritmo de amortización se ha reducido con respecto al
mandato de su predecesora en el asiento de alcaldesa. Toma nísperos.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!
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